martes, 12 de enero de 2010

Las brujas de Cangas

Hoy nos acercamos, de nuevo, a un lugar dónde, hasta no hace demasiados años, se venían practicando cultos y rituales muy anteriores, en origen, al propio cristianismo. También nos encontramos, de nuevo, la infamia y el abuso de las jerarquías eclesiásticas sobre la figura de personajes tan populares, en la propia comarca, como María Soliña.























Las brujas de Cangas son una tradición muy especial dentro de la gran tradición brujeril gallega. Porque allí, muy cerca del pueblo, en el arenal de Áreas Gordas, que pertenece a la parroquia cercana de Coiro, se reunían en los días clave de aquelarre, convocadas por una campana que tañía sola en la iglesia y que el padre Sarmiento tuvo ocasión de ver allá por 1745. Muchas de aquellas mujeres –de las que Cunqueiro asegura que no fueron más que pobres locas perturbadas por el asalto berberisco- terminaron sus días en los calabozos inquisitoriales, como la pobre María Soliña que cantó Celso Emilio Ferreiro en un poema que casi se ha convertido en canto nacional gallego.
Pero lo cierto es que nada sucede si no hay previa disposición a que suceda. Y no cabe duda que aquella zona, como otras muchas de Galicia, es apta para que en algún momento hayan reverdecido viejos cultos mistéricos o paganos, porque no creo que sea casualidad que aún subsista el nombre de Isis –Hío- sin motivo recóndito. De aquellos cultos, prohibidos y anatematizados por la iglesia, salieron los ritos satánicos y brujeriles y de aquellas tradiciones derivaron otras que, majadas convenientemente por la imaginación popular, dieron lugar a todo un culto brujesco del que saldrían meigas xuxonas, manciñeiras, lumias y vidoreiras, según se les atribuyera el pecado de beber sangre de niños, curar sin permiso, hechizar o predecir el porvenir.
(Juan G. Atienza)

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