miércoles, 4 de abril de 2012

El dios Revve Anabaraecus y su posible santuario, Mérida

Ya estuvimos, en esta página, no hace mucho tiempo en Mérida hablando de la figura de un carro-votivo allí encontrado y, sobre todo, citando su posible origen prerromano, circunstancia muy desconocida aún en la actualidad, pues todavía se considera Mérida como una fundación augustea en un enclave donde no existía con anterioridad poblamiento alguno. La existencia de un posible santuario, no sólo romano sino también vetón, en la confluencia de los ríos Albarregas y Guadiana se puede considerar una pista, de las varias existentes, en este sentido. En concreto, la prueba más clara la constituye un relieve -un dintel- hallado en el mausoleo existente en la Casa del Anfiteatro de Mérida, donde un tal Gaius Iulius Successianus rinde pleitesía a un dios denominado Revve Anabaraecus, cuyo teónimo no es otra cosa que el nombre compuesto de los ríos Anas (Ana, en este caso) -Guadiana- y Barraeca -Albarregas-, hidrónimos de origen indígena. A un lado y otro de la inscripción aparece la personificación de ambos ríos con la inscripción de sus propios nombres: Ana y Barraeca, por lo que es conocido como Dintel de los Ríos. Esto, sumado a algunos exvotos encontrados en el propio entorno de la unión de ambos ríos y la posible función como ninfeo, romanizando seguramente un santuario anterior, de lo que siempre se creyó como depósito final del acueducto de Los Milagros, constituyen más elementos que inciden en determinar este lugar como un antiguo santuario.


















*Fuente: Resumen del trabajo de Alicia M. Canto, Anabaraecus y confluencias divinas en Mérida: un mausoleo excepcional

A ambos lados del dintel y de la inscripción están representadas en relieve, debidas a dos manos, en un estilo “provincial” y tosco, pero plásticamente cautivador, las personificaciones de los dos ríos que confluyen en Mérida, el Ana (hoy Guadiana) y el Barraeca (actual Albarregas), cada uno con su respectivo letrero inscrito. Ambos epígrafes son de gran interés porque el primero nos confirma que el apelativo antiguo del gran río no era Anas, como más frecuentemente se le llama, sino Ana, y el segundo nos permite saber por primera vez el verdadero nombre del río secundario de Mérida, que resulta ser el indígena Barraeca, habiéndose los árabes limitado a añadir su artículo “al-” al nombre autóctono. Con ello se desechan explicaciones seculares, como que los primeros fundadores le habrían llamado "Albarregas" para recordar a la vetusta y noble Alba Regia. La verdad es que el nombre está asociado a una de las palabras hispanas sin origen claro, “barro”, y que este hidrónimo define relativamente bien el tipo de cauce amplio y de poco fondo, muchas veces fangoso, del Albarregas.
El estudio de precedentes y paralelos (entre otros la escultura de Oceanus del mitreo de Mérida) lleva a la autora a otras reflexiones sobre la inscripción, particularmente acerca de las posibles relaciones de ambas personificaciones con la actividad religiosa propia de un augustal. Esto la conduce a sugerir una relación entre Barraecus y el teónimo indígena, posiblemente vetón, Revve Anabaraecus, conocido de antiguo en Trujillo y Ruanes (en ésta fragmentado en Baraeco), en el que ella interpreta el elemento revve como “río, dios del río” o “de ambos ríos” (por la doble vv), sugiriendo por ello que existía en la Antigüedad un culto en general a las confluencias de los ríos, del que éste de Mérida sería un ejemplo, como algunos otros, del tipo Langanidaecus.
[...] la autora rescata el olvidado hallazgo, en 1924, de una serie de exvotos de bronce, de un lugar no muy alejado de la confluencia de los ríos; entre ellos había un hermoso caballo en actitud triunfal, un flamen, una flamínica y un joven togado, que vienen siendo considerados como genios domésticos. Propone que, como ocurrió en otros lugares en época julio-claudia, el culto vetón prerromano de la confluencia emeritense fue reorientado por los romanos hacia el culto al emperador, y concretamente a Augusto. Esta zona sagrada se localizaría en la muy poco explorada zona de El Calvario, al occidente de Mérida. El que de siempre ha sido considerado como depósito final del acueducto de Los Milagros formaría parte más bien, como un ninfeo, de esa reconversión hacia el culto imperial. El tema será objeto de un futuro trabajo, pero puede adelantarse que gracias a la aparición de un cráneo de cabra en la tumba de una mujer de la primera fase del mausoleo, quizá la esposa del augustal Successianus, puede demostrarse que todavía en época tan avanzada estaría asociado al culto imperial el de la vieja diosa celto-vetona Ataecina; a ello hay que añadir que la que ahora se propone como flamínica de El Calvario presenta en su espalda la inscripción PRO, quizá de Pro(serpinae).


















Río Albarregas desembocando, al fondo, en el Guadiana
Dintel de los Ríos en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida


2 comentarios:

  1. Este artículo me ha recordado la escultura hallada en la excavación del teatro romano de Medellín, una representación alegórica del río Guadiana. Mira este enlace y su primer comentario:

    http://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/aparecen-tres-grandes

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  2. Gracias por el enlace, lo desconocía por completo y mira que ando con ganas de visitar aquella población no lejana a la de origen de mi familia. Mucha riqueza arqueológica hay en Extremadura, sí señor, aunque eso se podría decir prácticamente de todas en esta península.

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