jueves, 9 de enero de 2014

El Tejo del Concejo abierto de Bermiego, Bermiego-Quirós

Hoy queremos volver a dar fe de la sacralidad y la gran importancia que tiene para la vida el árbol. Muchos de ellos fueron venerados desde tiempos bien antiguos. Así, tenemos constancia del culto a determinados árboles en la Península desde tiempos prerromanos, principalmente, que se sepa, entre las etnias célticas, culto que llegó hasta la propia Edad Media y hasta nuestros días en forma de festividades como "los mayos" y otras. Entre los árboles, muchos de ellos fueron sagrados, como por ejemplo el roble, árbol que según se decía era sagrado en primavera y verano, pues es de hoja caduca, y el acebo en otoño e invierno, pues su hoja es perenne. La encina también ostentaba una importante sacralidad en su zona de expansión natural, entre vettones, lusitanos, etc, pero el árbol protagonista de hoy es el tejo. Este blog es un lugar que colecciona enclaves ancestrales y hoy, a modo ilustrativo, nos acercamos a Bermiego, población perteneciente al conceyu de Quirós. Allí se celebró durante siglos el concejo abierto -conceyu abiertu- de Bermiego bajo un tejo centenario que ilustramos con la siguiente fotografía. El tejo era el testigo de todo lo que se discutía y toda palabra dada bajo él era ley. No existían papeles, ni firmas, ni contratos, existía la palabra y el ser sagrado que la custodiaba: el árbol. Bajo él se celebraba la más perfecta manifestación de democracia que haya existido en la Península Ibérica desde, seguramente, tiempos prerromanos, en los que algunas  etnias, a buen seguro, también celebrarían sus asambleas bajo sus árboles sagrados, aunque sobre esto no ha quedado documentación alguna que lo acredite, pero es muy probable que estas asambleas de verdadera democracia, de democracia directa, conocidas como concejos abiertos, provengan de aquellas otras de lejanos tiempos.
Desde aquí, una vez más, queremos gritar a los cuatro vientos que la democracia no viene de la Revolución francesa, ni de las revoluciones liberales o constitucionales que la siguieron, ni de esa sociedad griega con la mayor parte de su población ostentando la condición esclava, ni mucho menos de la antigua república romana, sino que la hemos de encontrar y la hemos tenido hasta no hace mucho tiempo a través de estas asambleas vecinales totalmente horizontales, quedando alguna huella de ello todavía en algunos municipios de menos de cien habitantes, aunque de una forma ya muy desnaturalizada y bajo el control y la vigilancia de la ley estatal. El Tejo de Bermiego es uno de los testigos aún vivos de ello. Desde aquí nuestro humilde homenaje.

Tejo de Bermiego - Autor: Elfo del bosque - Wikipedia

*Fuente: Regulación, gestión y repoblaciones del monte. Ignacio Abella

En la tradición de la Bretaña francesa sólo debía plantarse un tejo en cada cementerio, pues se decía "este árbol planta una raíz en la boca de cada cadáver" y como una continuación de esta creencia en Gran Bretaña la tradición aseguraba que los tejos de los cementerios susurran y revelan al viento los secretos no dichos en vida por todos aquellos que reposan a sus pies. Es fácil comprender la importancia de un árbol que en un pueblo determinado ha reunido en sí a todos los parientes, vecinos y ancestros durante generaciones, para resumirlos en un solo ser perenne y lleno de savia y vida, casi perpetuo a los ojos de los hombres, de ahí la veneración y los tabúes que a veces prohibían bajo severas penas o maldiciones implícitas, arrancar si quiera una ramita del árbol sagrado.
Se entiende también que se buscara su sombra e inspiración y se establecieran verdaderas dinastías de árboles regentes, a cuyos pies se decidían y se organizaban la vida y los paisajes. Así, las asambleas de vecinos adoptaban en este núcleo sagrado, verdadero cerebro de la comarca circundante, todas las decisiones concernientes al uso de los pastos, la limpieza de los caminos y los montes y la plantación de los bosques que se regulaban mediante leyes y ordenanzas aprobadas al pie de los mismos árboles. Y las ordenanzas obligaban a acudir en días determinados con tres, seis o doce plantones de árboles para repoblar los montes. Esta obligación atañía a todos los vecinos, incluso los señores curas, rezan textualmente algunas de estas viejas ordenanzas.
Se entendía que la creación de los bosques es responsabilidad de todos. No insistiremos mucho más, pese a su importancia, sobre estos santuarios del árbol, tan sólo añadiremos que esta cultura fue tan importante y estuvo tan extendida hasta hace unos pocos años, que resulta asombroso comprobar la ignorancia y el olvido en el que han caído hoy estos centros y sus funciones.  


Concejo de Quirós en Asturias

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