martes, 29 de septiembre de 2015

El culto lunar en Las Hurdes

Estrabón ya mencionó la importancia del culto lunar y las festividades que, por ejemplo, entre celtíberos se daban las noches de plenilunio, donde se adoraba, en palabras suyas, a un dios innominado. Muchos de estos antiguos cultos y creencias han pervivido en muchos rincones de la Península Ibérica, como ocurre con el ejemplo que hoy traemos de Las Hurdes, una comarca a la que volvemos una y otra vez, pues, además de vestigios arqueológicos de tiempos remotos, principalmente en forma de petroglifos, son muchas las tradiciones, cultos y creencias, que sincretizados en muchos casos con el cristianismo imperante, han llegado casi hasta nuestros días. Una vez más, traemos al gran conocedor de todas estas tradiciones y de todo lo relacionado al mundo hurdano como es Félix Barroso, a quien, como ya he dicho en alguna ocasión, tengo el gran gusto y honor de conocer. Hemos extraído unas líneas de un fabuloso artículo que publicó en la Revista de Folklore allá por 1989, donde nos muestra, como su título indica, en forma de apuntes numerosos aspectos etnográficos y antropológicos de la comarca hurdana, tan rica en sabiduría ancestral, algo muy poco apuntado por gran parte de los autores que desde Lope de Vega en adelante, lo único que hicieron, al hablar sobre esta tierra, fue crear y alimentar una absurda leyenda negra, que nada o poco se ajustaba a la realidad, con el celebrado cineasta Luis Buñuel como uno de los máximos exponentes de dicha ignominia a través de su película de 1933. Pero centrémonos en el tema de hoy, que no es otro que el culto lunar y las creencias que en Las Hurdes, alrededor del satélite natural terrestre, se han dado.
Vaya desde aquí nuestro humilde homenaje al eclipse lunar, calificado como "luna de sangre", acaecido hace dos noches.

Fotografía de uno de los eclipses lunares denominados como "Luna de sangre" - Foto: culturacolectiva.com


*Fuente: APUNTES SOBRE LAS HURDES (Aspectos etnográficos y antropológicos) - Félix Barroso Gutiérrez, Revista de Folklore, nº 106 - año 1989


Cuando aun chiquinu (nombre que dan al niño) presenta escoceduras entre los muslos, dicen que lo «ha cogíu la luna» o que está «alunau». También suele suceder esto si ponen al chiquinu cara a la luna, de modo muy especial cuando está en fase creciente. Como remedio a este mal, colocaban a los niños unos amuletos, de hierro o nogal, en forma de medias o lunas enteras, que colgaban de sus cuellos. En algunos pueblos jurdanos, estos amuletos llevan grabadas tres cruces, en recuerdo de la cruz de Caravaca, y tienen que ser realizados durante el día de Jueves Santo, a la par que se celebran los Oficios sagrados. En otras aldeas, tales amuletos deben ser introducidos en agua bendita antes de colgarlos del cuello del niño. En el municipio de Caminomorisco, estos amuletos podían tener también forma de manos o de pies.

Pero si bien la luna afecta de manera directa y más frecuentemente al niño jurdano, no obstante también ejerce notoria influencia sobre el resto de personas, animales y plantas.

El arcaico culto tributado a la luna como diosa funeraria, está bien presente en esta comarca. Se oye decir con frecuencia por tierras jurdanas: «La luna trai muchuh revoltoriuh. Velaí, agora vinu con airi cierzu y se llevó a fulanu...». Además, hay un refrán que dice: «luna con airi siempri saca carni». Y es por la creencia de que si el cuarto creciente viene acompañado de viento por fuerza debe morir alguien en el pueblo. Se cuenta, incluso, de personas que empezaban a exclamar: «-Huy que malu estoy de la luna, que malu estoy de la luna...; huy qué revoltoriu...». Y en el revoltorio se quedaba.

Asimismo, aún se percibe perfectamente por numerosas aldeas jurdanas la creencia en el poder fecundante de la luna. Se oye todavía decir: «el críu vendrá a las nuevi lunah». A la mujer, al ser hembra receptora, es a la que más coge la luna. Por ello, suelen comentar en el baile unas mozas a otras: «Ten cudiau, no siendo que te coja la luna».

Sigue también muy vigente la costumbre de esquilar y castrar a los animales en menguante. La explicación que dan de ello no deja de ser curiosa: «Es porque en menguanti va menguandu la luna, y no se jincha el ganau y no tieni tanta furia». Tal vez esta costumbre, al igual que la de talar árboles y sembrar ciertos productos en menguante, tenga mucho que ver con la arcaica creencia de que no se puede ir contra el ritmo cósmico. Si estas prácticas se llevaran acabo en creciente, se atentaría contra el orden natural, pues no se puede cortar o castrar un organismo vivo en un momento en que sus fuerzas están creciendo.

A decir de la mayor parte de los prehistoriadores, un antiguo nombre de la luna era el de «Arco», al parecer de raíz aria. Pues en le única lápida hallada en el municipio de Nuñomoral, escrita en caracteres latinos pero con onomástica céltica, aparece muy claro el término de «Arco».


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